In the mood for writing

Valores

Es valor es intrínseco, señora.
Venimos al mundo como tablas lisas, pero ya almacenamos un valor propio, interno, de serie limitada y única. Ése valor dormita en los primeros años pero acaba floreciendo a medida que los nuestros nos besan la frente y nos bajan la fiebre.
Vamos marcando un camino como las pisadas de la playa al mar, en la arena caliente y permisiva de la vida. A nuestras pisadas intentan taparlas otras ajenas y a veces conocidas, se posan encima de nuestros pies e intentan borrar nuestro valor intrínseco. Nos dicen lo mal que nos quedan las sonrisas, nos recuerdan lo negros que somos o el poco gusto que les produce besarnos el sexo.
Pero esas pisadas también irán desapareciendo de la memoria colectiva de la playa, que se quedará única y exclusivamente con las que soporten ese borrado continuo de los pasajeros diarios de la arena. Es ahí donde debemos posar nuestras sonrisas, nuestra negrura, nuestro sexo.
Recordaremos pues lo bien que nos vemos delante del espejo y lo ancho que es el futuro sin las ataduras del pasado. Nos pondremos la música que nos sienta bien y volveremos a ser los reyes del mambo. Perpetuaremos poco a poco nuestro valor intrínseco a medida de conocernos más y más, alejados si es posible de lo que amamos y nos domina para así poder encontrar lo más nuestro de nosotros.
Aunque estemos fuera del cuadro. Aunque estemos lejos del mar. El valor intrínseco también esta dentro de ti, señora. Aunque nadie parezca tener la receta, está dentro de ti.
Sonríe. Ennegrece. Sexea, señora.

Los árboles de Bohemia

Aquel sábado reservaron mesa para dos en Café Andaluz. Era la última noche de Lenka en Edimburgo y Alex accedió a cenar en un restaurante español. El vino fue excelente, el servicio poco profesional pero atento, y la comida más que aceptable. Recordaron emocionados las miles de anécdotas de lo años en Londres, y brindaron varias veces por los fin de fiesta en el desaparecido Sandinista. Sin embargo, en las casi dos horas que estuvieron cenando, ella comprobó su teléfono móvil unas ocho veces. Había mostrado una actitud algo caprichosa desde primera hora de la mañana, pero una vez más él no le dio importancia.
Al salir del restaurante, la ola de frío que asolaba la ciudad les obligó a volverse al apartamento de Alex. Ya en su cuarto, él creyó que si dejaba correr el minutero, la atracción que siempre hubo entre ambos tendría aún su peso específico y acabarían de cerrar el círculo de sus desencuentros haciendo el amor. Tumbado en la cama al fondo de la estancia, Alex musitó:
- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, ´Lenki´. Pero el que hayas venido a verme me ha hecho muy feliz. Y no sabes lo maravilloso que es que todo siga igual que siempre.
Aquellas palabras se volvieron densas al contacto con el aire. Ella estaba frente a la cama, sentada en la silla de oficina a los pies del escritorio. Miraba a través de la ventana cómo caía la noche, mientras por los altavoces conectados al ordenador un canal de Internet emitía un Nocturno de Chopin. La música acabó por devorar la voz de Alex.
- He estado pensando que quizá podría ir a verte a Praga en marzo, cuando termine los exámenes –insistió él- Quiero que me enseñes los jardines de Bohemia en ésa época del año.
Dándole la espalda, Lenka hacía girar el eje de la silla de izquierda a derecha. A su lado, las fotos más recientes de los sobrinos de Alex colgaban de la pared. La mirada de Lenka quedó encallada por un instante en aquellas imágenes.
- Claro –dijo austeramente sin dejar de mirar las fotos-.

Tras aquella frase, salió de la habitación para ir al servicio. Alex empezó a revolverse en la cama intentado encontrar un sentido a todo aquello. Llevaban más de cuatro años sin verse, y ella parecía emocionada desde que llegó. Pero ésa actitud tan distante, y aquel tono de voz con que imprimía sus escasos comentarios no tenían sentido. Alex pensó que quizá estaba triste por tener que marcharse al día siguiente.
Alex reaccionó y se fue a la cocina en busca de una botella de vino que lograra mecer los ánimos. Cuando regresó a la habitación, Lenka aún estaba en el servicio. Él aprovechó para apagar las luces y encender unas velas. Se sirvió una copa, dejó otra bien a la vista encima de la mesa, y encendiendo un cigarrillo esperó tumbado en la cama a que ella regresara.
Cuando Lenka abrió la puerta de la habitación, el frío que se colaba por el hueco de la escalera que subía al ático dejó sin llama una de las velas que Alex acababa de encender. Casi sin mirarle preguntó al pasar por delante de la cama:
- ¿Por qué has apagado la lámpara?
- Siempre decías que no te gustaba la manera en que la luz artificial bañaba las cosas. Creí que te sentirías más cómoda con la luz de las velas... He traído un poco de vino para cerrar esta visita con una bonita despedida –la cara de Alex dibujó una sonrisa quinceañera-
- Alex, hace más de un mes que no bebo alcohol –sentenció ella con reproche, cómo si Alex debiera saberlo-
- ¡¿Y eso?! Siempre te ha encantado.
Por los altavoces sonaban en ése momento los lentos latidos de una pieza de Satie. En el exterior, el viento castigaba con fuerza las contraventanas de la habitación. Lenka se había sentado otra vez junto al escritorio, la mirada perdida en la negrura de la ciudad. Sin respuesta inmediata a su última pregunta, Alex decidió permanecer quieto, en silencio, deseando quizá que la incongruencia aplastante de aquella confusión se resolviera por sí sola. Una de las velas encendidas junto a la ventana formaba en ésta un espejo en el que Alex veía reflejado el gesto lánguido de su compañera.
- ¿Alex? –dijo ella mientras giraba la silla en dirección a él-
- Dime, Lenka.
- Nunca debimos conocernos.
- ¿Por qué dices eso?

La conexión a Internet debió fallar en ése momento, y como consecuencia los altavoces dejaron de emitir. Afuera el vendaval azotaba con fuerza la ciudad. Desde la cama, Alex acertó a intuir su figura en el reflejo de la ventana: una mancha desdibujada al paso implacable de la vida.




Y se fue al otro mundo enfadado

Aquella vez la discusión había superado a todas las anteriores. Lee Ralph entró en la cocina, entreabrió la ventana y se sentó en el sillón de cuero a los pies del fregadero. En su cuarto, sus padres seguían recriminándose las mismas faltas de siempre.
Se encendió el porro de hierba y fumo despacio, apartando de su alcance el olor a basura acumulada. La cocina era amplia y en invierno solía guardar poco calor durante el día. El humo de la hierba, denso, se mezcló con el frío que entraba del exterior. Cansado, Lee intentó ordenar sus ideas. Que el insensible de su padre no encontrara en su madre algo positivo, a éstas alturas, le sorprendía bastante poco. Que su madre no pudiera vivir sin su padre lo había conmovido de verdad. Ahora bien, lo que quedaría constatado para el resto de sus días era que su padre era incapaz de amar, y que su madre era la persona más bondadosa del planeta. Con la mirada perdida en el suelo de madera, Lee se preguntó si él era tan deplorable con su madre como su padre lo era con ella. Pensó que si, lo había sido cuando llegaba borracho a casa los días de partido y la golpeaba hasta que la borrachera le hacía caer desplomado al suelo. Pero ahora la quería, o eso se decía a sí mismo.
Se puso la gabardina para salir, y escuchó que el rumor de batalla en su cuarto estaba cesando. Cogió unas pocas monedas que había junto al tostador y cerró la puerta de la calle con cuidado. El marco de la ventana con el cristal roto seguía a la puerta del apartamento y en el techo, las goteras carcomían el empapelado barato de las paredes.
Cuando salió a la calle se puso a llover. Era casi medianoche y el único trasiego en todo Woodhouse era el de las putas. Dirección al veinticuatro horas, Lee empezó a pensar en su madre, en como había sido posible que se casara con aquél desgraciado de Matt O’ Carroll al que Lee tenía que llamar padre. Y lo peor de todo no era tenerlo en la familia. Lo peor de todo es que es irlandés –murmuró entre dientes mientras golpeaba la puerta del veinticuatro horas-:
- ¡Portugués! Sácame una botella de Jack Daniels. ¡¿Portugués?!
Por debajo de la puerta se colaba el olor a crack. En la parte trasera de la tienda se apilaban las cajas de fruta junto a la caseta del enorme pastor alemán que Bruno el portugués había comprado días después del robo.
- ¡Portugués!
- Ey Lee, tudo bem?
- Si Bruno, todo bien. Sácame una botella de JD, te la pago en cuánto me ingresen lo del accidente de mi hermana Anna.
- ¿Que tal está?
- Un poquito mejor, dicen que en dos semanas podrá volver a andar, pero nada se sabe del mal nacido aquél. Dice mi primo Stuart que lo han visto por Hyde Park. Parece ser que vive cerca de donde la atropelló.
- Claro, loco, ése filho de puta es un skater. Me dijo Morera, el guarda del parque, que frecuentaba mucho la pista de patinaje.

Lee agarró la botella y la metió en el bolsillo de la gabardina. Un niño que no tendría más de 14 años se le acercó para pedirle un cigarrillo. Llevaba una braga militar ajustada al cuello y unos calcetines blancos, ennegrecidos, le cubrían los tobillos por encima de los vaqueros. Lee le dio un cigarro y el chaval desapareció entre las sombras.

De vuelta a casa escuchó a lo lejos el ruido de sirenas de una ciudad en continuo duermevela. Un colchón abandonado se acostaba a la puerta de la urbanización. Era de color crema y había absorbido todo el agua de la lluvia.
Encendió la luz de la escalera y el zumbido del contador de electricidad rompió el silencio del edificio. Mientras sacaba las llaves del bolsillo para abrir la puerta de casa pensó en su hermana y en la soledad blanquecina de los hospitales. Entró en el apartamento y mamá estaba en la cocina, sentada en el sofá de cuero y con la ventana aún abierta. Empuñaba las tijeras de desollar el pescado y tenía la cara amoratada. Había matado al irlandés.




viernes, 26 de diciembre de 2008

Confusión navideña

¿Cómo es posible que no pueda ni escribir, que la ciudad dormite solitaria un 26 de diciembre y yo no sea capaz ni de ordenar pensamientos, ni de encontrarme a mí mismo?
Cómo es posible que sin rumor alrededor, sin compañias ficticias o reales, sin horarios ni obligaciones lo único de lo que soy capaz es de mirar a través del cristal de mi ventana, aturdido e irreconocible, cómo si el vacío del exterior fuera a traerme sin esfuerzo la imagen de lo que soy y seré en los proximos...meses? Cómo es posible que entre la voragine que agitan mis días, sudando como nunca este exilio voluntario, sea incapaz de expresarme, de escribirte, de mirar más allá del color de las cosas en busca del ancla que me devuelva una imagen aproximada de lo que soy? Cómo es posible estar tan perdido cuando ya he descubierto el final de la etapa, la marca pintada con tiza en el suelo que me dice hasta donde llegué y desde dónde empezar el siguiente paso?
Es extraño todo esto. Examino el vacío en busca de mi espacio dentro de él, y, lleno como estoy de palabras involuntarias, de lugares ficticios, acabo por encontrarme incapaz de no sentir ni el aleteo de vida más estúpido. Cuando el día a día me oprime sin dejarme respirar es cuando añoro el vacío; y cuando el vacío me deja lugar a la reflexión, hecho de menos la opresión aborreciendo el tener que buscarme a mí mismo. Escribiendo sin decir, cocinando para luego no probar bocado, pidiendo auxilio sin decir una palabra.
Lo peor de todo (o lo mejor quizá) es cuando recuerdo que vivía en las afueras de una gran ciudad, en una casa desconocida, un fuera de sitio. Que después me fuí a vivir al centro, más cerca del monumento y de los pianos, y aunque todo era de maravilla yo seguía sin encontrar comodidad. Me plantee entonces que serían las casas las causantes de tal desequilibrio, de tal confusión. Me dije que eran los espacios los que condicionan las situaciones, y seguí mi camino. Fuí a parar entonces a otra gran ciudad, esta vez a un piso mágico en el centro de la misma. Me rodeaba de emociones y me sentía frío. Buscaba en cambio la soledad y me llenaban la casa de huespedes. Cuando había música yo me callaba. Cuando ellos se iban yo aparecía.
¿Qué era todo aquello? Imagino que sería el estar dividido, el no poder parar las metamorfosis. Imagino que era yo y no los espacios lo que condicionaba todo. Nunca lo sabré con exactitud, supongo. Pues cuando estoy dentro quiero estar fuera, y cuando soy uno quiero ser el otro. Y siendo nadie soy yo mismo, y siendo yo soy los demás.

Ensoñaciones

Y qué demonios haces por aqui?, me pregunto mientras ordeno la habitación, mientras afuera la ciudad sigue aún en trance y el año va matando los días que cierren 2008.

A veces me respondo que persigo una ilusión, quizá una obsesión, pero como ésta carece de rostro es dificil encontrarla entre el humo y el fuego. Y como es dificil encontrarla, sacrifico fotos y conversaciones secretas, sacrifico paseos bordeando las murallas de mi ciudad o incluso los olores que perfuman las horas de domingo de las casas que amo, de la mía. Incinero todo, y recojo las cenizas en busca de las imágenes recurrentes que me ayuden a construir ésa historia que, impresa en el papel, me libere de este exilio voluntario, y me permita sellar eternos los recuerdos de todas esas vidas, de todos esos nombres.

La pluma se volvió más ligera desde que decidí por motu propio hacer caso omiso a mis ganas de rejuvenecer. Y así, a la vez que escribía tambien empecé a envejecer como nunca antes, construyendo la historia ficticia de un amor envenenado, retratando la extraña retórica de un exilio forzado. Y al escribir se me mezclaban los mundos, creía soñar con ella en las noches de desalojo, mientras en las de vigilia eran otros cientos (de recuerdos) los que poblaban la cama. Dormido sobre el escritorio o recostado en la almohada solía despertar a media noche, agitado, creyendo que el perchero parapetado a los pies de mi cama era un cuerpo de mujer al que yo intentaba abrazar ansioso de terruño y compañía, y que todas las veces resultaba ser...ella.

jueves, 25 de diciembre de 2008

My Religion

No quiero alterar más ecosistemas -me dije a mi mismo, mientras apuraba la última lágrima de bourbon en el vaso. En la cocina sólo Paolo parecía seguir el curso natural de las cosas, y hubimos de quedarnos esperando acontecimientos, sumergidos ambos en la noche cerrada.

El transistor emitía My Religion, y como era 24 de diciembre creimos oportuno salir por un momento de nosotros mismos para ver las cosas con su adecuada perspectiva. La Nochebuena era en ése instante un vestigio cariñoso en tiempos fuera de contexto; Paolo encendió otro cigarrillo mientras yo me servía otra copa.

Hablamos del poder de atracción sobre el ser humano de algunos edificios en ciertas ciudades europeas; él decía que es el observador el que crea el vínculo mientras yo abogaba por el alma de la piedra. Cuando entraste en la cocina, divagábamos borrachos sin ponernos de acuerdo. Mirada al aire, paso firme, vaso de agua. Al salir dejaste rastro, invisible pero mágico.

Fuí al baño a refrescarme la cara y la memoria. Paolo se quedó en la cocina pensativo. Tú te habrías ido a esconderte.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Violence in Contemporary Cinema


‘The changing critical forms we find in film writing are themselves responses to a changing cinema’[1]

There is no doubt about the fact that we live in a violent world where tragic events overrun our life through the ubiquity of the mass media. Nevertheless, filmic sequences of sex, flesh and blood in contemporary French cinema are labeled as “provocations” or “non assimilable emanations” and signaled as a symptom of a broad cultural crisis[2].


As I am analyzing in next chapters contemporary French cinema contains transgressive material not easily linkable with temporal referents that could facilitate its study. Both our current system of values and some frameworks among film criticism find their radical approach to reality a problematic element. Their display of sex and violence bring forth conflicts when such material is received by an external point of view likely to result in a dividing of opinions. However, there are some issues at hand. First, when giving an opinion about the inner logic of a work the critic of artistic matters since the turn to the twenty-first century must consider contextual circumstances. As highlighted by Charles Harrison and Paul Wood[3] from 1900 art begun to be considered an exemplary realm, what might be ‘seen or experienced within this realm would have a critical bearing on certain conditions of social existence in so far as art maintained a moral independence from those conditions’. With this, Harrison and Wood suggest that the assumed relations between art and theory and between art and language present discordances. As a consequence analyzing current cinema with the common economies ought to be carefully considered, it seems necessary looking at the context surrounding the works whether we attempt to approach them.


Secondly, the unstoppable rhythm of this feverish mode of modern life means that critical structures become extremely fast-paced so evaluations of contemporary cinema should be able to keep up to potential new visions of life and art.
Finally, for the interest of these papers I would like to reject the application of notions with regard to after-life, metaphysical certitude or religious’ takes. Although these categories should elicit a full respect they do not facilitate the evaluation of artistic practices such as contemporary French cinema. I am demonstrating that the films concern with the physical entities of this world and not beyond. In fact, the application of system of values that rely on transcendence or the estimation of moral views to resolve the conflicts within the profilmic reality is in itself problematic. As I am exposing, the authoritarian status of looking into moral concerns may overlap the intrinsic value of the works. So I affiliate with those that privilege the artist as an unquestionable author such as philosopher Gilles Deleuze to reject any metaphysical mastery over art by affirming that ‘there is no authority above art’[4].


This last point brings us back to the article that has caught my attention. In his Flesh and Blood: Sex and Violence in Recent French Cinema[5], James Quandt evaluates some films included in this dissertation. To give an example, Quandt relates the “search for grace and oblivion” that he views along Robert Bresson’s oeuvre[6] with the “unintentional anxiety” of Bruno Dumont[7]. There are indeed some stylistic similarities between these two French filmmakers[8]. Nevertheless, “stylistic similarities” does not necessarily mean “system of values”, and I do believe that the latter determines the former. Although Dumont is following some of Bresson’s methods[9] he does not share Bresson’s morality. And their “beliefs” or “system of values” do indeed differ[10]. Whether when analyzing contemporary material there is a clear influence of a principle or belief upon the filmmaker’s legacy critic must irrevocably consider such principle or belief to approach the oeuvre. Ethical categories and the system of current values have logically evolved in the last 25 years, not to mention that critic and filmmaker may also have a different worldview. Thus, estimating Bresson and Dumont’s films by applying the same framework is seemingly inappropriate. Dumont is concerned with this life alone[11], so it is necessary to apply mundane analysis from now on.


The fact that Quandt is applying critical patterns employed with Bresson to this filmography his approach could not convey anything other than inaccuracies. Gaspar Noé’s Irreversible (2002), Philippe Grandrieux’s La Vie Nouvelle (2002), Marina de Van’s In My Skin (2002), Claire Denis’ Trouble Every Day (2001) or Catherine Breillat’s Anatomy of Hell (2004) among others are all films made in the 21stcentury with all the implications this includes such as: as living in a world where the existence of God has not been yet proven, the application of moral views derived from that belief may convey a partial analysis. In fact, could we possibly overcome an understanding of La Vie Nouvelle by means of ethereal spirituality? Are we thoroughly immersed in Trouble Every Day’s luring universe applying notions of charity or mercy to judge the film’s brutal murderers? What is the sense of metaphysical transcendence to the worldly matters of In My Skin? Shall we view Irreversible with a moral gaze?


As Beugnet[12] points out, Quandt’s article is a representative example of the critical argument dismissing aspects of contemporary French cinema. I would like to further this discourse. Similarly to Beugnet, it is clear to me that the critical categories applied to this filmmaking reveal what our general expectations on art and transgressive material are. I nevertheless argue in next chapters that we should not evaluate the films from the perspective of life but rather consider life from the application of the films’ challenges. By estimating this group of films as a “collapse of ideology” Quandt is attempting to announce a cultural crisis which is nevertheless located in his article. Contrarily to Quandt, I argue that such crisis is in fact in our system of values which as a matter of course may be limiting film criticism’s criteria. In his suggestion that this filmography is difficultly assimilable for our current values when the troublesome element is for instance female sexuality[13] the article reveals ‘how miserable it is to be able to bear so little[14]’. I attempt to claim the necessity of an amoral and godless cognition to approach the unbearable and the artistic notion of suffering. The elaboration of such framework is very important in order to break the films’ outward aspect and hence be able to estimate the values that as I am showing hide beneath.


This approach is referred to in Chapter 2 as a “cinematic-philosophy”. I evoke the term philosophy as to convey frameworks with which we can approach challenging proposals of new artistic manifestations. As we will see, philosophy helps us to maintain the indebted distance to look at existence in our dealing with life. This philosophy that I am presenting departs from Nietzsche and is made cinematic by brief overviews on Deleuze’s oeuvre. The former carries the negation of both God and some partial accounts of Western thought that underestimate nature and art. He presents a transvaluation of outdated theories to facilitate us a more reliable dealing with existence. By means of this he opens future for thought based on a strong love for art and life of his philosophy of immanence which I found applicable to this “cinema of immanence”[15].


Chapter 3 represents the main body of this thesis. The Birth of Tragedy (1872) is a work of which undeniable force is crucial for my thesis. Based on the obscure passions inherent to the excellence of Greek art, BT[16] explores and expands the importance of suffering as such in an artistic form. I am applying this insightful vision to the unendurable nature of my corpus of films in order to overcome the inaccuracies that have provoked their underestimation. I am also explaining how Apollo and Dionysus, crucial characters of BT are inserted in the films


It may be worth mentioning that my thesis is contrasted with mainstream filmography. Mainstream tendencies create some generic expectations upon the audience. I am examining how these expectations determine the reception of certain material such as sex or violence. The latter, for the reason of transcending and questioning the tangent borders of the prevailing currents of thought is arguably labeled as a “growing vogue”[17].


Finally, my conclusive chapter formulates a question of which answer leaves the debate open beyond these papers. Quid Et Veritas[18]? asks the governor Pontius Pilate to the feverish crowd that yearned to crucify Jesus with the sole reason of the latter’s defamation of the truth alternative to that of the Sacred Temple. That very question, whether it took place or not has strongly conditioned the way in which a vast majority of cultures approach existence. That very question is asked by Nietzsche in his reformulation of the Western thought and floats along my corpus of films. The films do not provide an answer because no excluding interpretations of the world are given by them, but rather they will open plural visions for an ambiguous existence. By carefully analyzing their hectic proposals we may be able to estimate their value while embracing existence more enthusiastically.

[1]Ed. John Orr & Olga Taxidou, Post-war Cinema and Modernity (Edinburgh University Press, 2000), 5.
[2]James Quandt, Flesh and Blood: sex and violence in recent French cinema, (ArtForum, February 2004) Sourced: http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_42/ai_113389507/pg_1?tag=artBody;col1
[3]Ed. Charles Harrison and Paul Wood, Art in Theory. 1900- 2000. An Ontology of Changing Ideas (Blackwell Publishing 2003), 2.

[4]Gilles Deleuze, Desert Islands and Other Texts (1953-1974). (Los Angeles, California Semiotext, 2004), 129.
[5] See: http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_42/ai_113389507/pg_1?tag=artBody;col1
[6] In The Poetry of Apocalypse (2002), by James Quandt Bresson’s cinema is labeled “metaphysical” suggesting the existence of God. See: http://www.ucalgary.ca/~tstronds/nostalghia.com/TheTopics/Quandt_Essay.html
[7] Quandt does not refuse that Dumont’s Life of Jesus (1997) and L’Humanité (1999) are the works of a ‘true heir to Bresson’. Moreover, Quandt views that a moral vision ‘is incorporated into Dumont’s previous films’ and that it becomes ‘unintentional anxiety’ in Twentynine Palms (2003). See: http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_42/ai_113389507/pg_1?tag=artBody;col1
[8] See: The Life of Jesus by Brett Bowles, Film Quarterly no. 57, 2004. Access provided by Jstor URL: http://www.jstor.org/stable/3185941, Edinburgh University.
[9] Shot in Dumont’s hometown Bailleul, such isolated country seat recalls Bresson’s milieu for The Diary of a Country Priest (1951)
[10] See Charles Thomas Samuels’ remarks on Bresson’s Christianity and the filmmaker’s belief that ‘we all partake of one essential soul’ in http://www.mastersofcinema.org/bresson/Words/CTSamuels.html See Dumont questioned about religiousness in David Walsh’s interview: http://www.wsws.org/arts/1997/sep1997/freddy.shtml. Moreover, Dumont on the impossibility of predetermined morals to analyze The Life of Jesus in: http://www.jstor.org/stable/3185941, p51
[11] See: http://www.sensesofcinema.com/contents/01/19/dumont_bodies.html
[12] Martine Beugnet, Cinema and Sensation.( Edinburgh University Press, 2007), 36-37
[13] See Quandt’s analysis of Breillat’s Romance (1999) and Anatomy of Hell (2004) http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_42/ai_113389507/pg_1?tag=artBody;col1
[14] Breillat quoted: http://findarticles.com/p/articles/mi_qn4159/is_20040912/ai_n12757912
[15] Subjects are formed from ‘planes of immanence’ which are thought departing from our own physical experience as Deleuze explains. Nietzsche dealt with his own suffering which strongly determined (see BT, XXII) the formulation of his philosophy. This cinema is also formed on planes of immanence because it produces ground for thought form physical experiences. For further details: Colebrook, Claire. Gilles Deleuze. Routledge London, 2002. 72-79.
[16]The Birth of Tragedy.
[17] Sourced: http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_42/ai_113389507/pg_1?tag=artBody;col1
[18] What is Truth?

Hot Inside?